En Familia (de Caravana)

Quito, 25 de Abril de 2005
EL CORONEL NO MURIÓ EN EL INTENTO

El 20 de abril último, Quito la capital de todos los ecuatorianos, fue escenario de la huida del hasta entonces Presidente de la República, coronel Lucio Gutiérrez Borbúa.
Su salida del país fue posible gracias a que tanto, las fuerzas armadas y del orden público, lo ayudaran a abandonar el palacio presidencial. No de otra manera se puede explicar que vehículos, helicóptero y avioneta se hayan movilizado libremente en calles, carreteras y aeropuertos.
Al respecto nadie dice nada. Los políticos justifican los hechos que condujeron a la medida por ellos adoptada. Existe en este aspecto un silencio cómplice. Los medios no marcan la diferencia. Analistas y columnistas coinciden en deplorar el vandalismo y alabar la lucha del pueblo de Quito: En esta actitud de contemplación, al menos se consignan liderazgos aislados y rescatan a la Alcaldía y a la Prefectura, como partes vivas del movimiento ciudadano.
Pero de allí no pasamos. A mas de pedirle al pueblo que retorne a la normalidad o a la cotidianidad, es decir que Quito, vuelva al estatismo de antes, así como también que el Ecuador, vuelva a ser el mismo país que fuera antes de Lucio Gutiérrez.
Estos sucesos, en su secuencia son calcados de los ocurridos en febrero del 97, con Abdalá Bucaram; igual sucedió con Jamil Mahuad el 21 de Enero del 2000, sin dejar de mencionar a otros personajes, que como Alberto Dahik, César Verduga y Gustavo Noboa, también debieron abandonar territorio ecuatoriano en medio del escándalo y acusaciones de hechos de corrupción, que sin duda perjudicaron al país.
Después nada cambió para alcanzar el bienestar de la mayoría. Y sí, para el disfrute de los oportunistas de siempre. Los comensales del ejecutivo, del legislativo y del judicial, taparon la huida de los filibusteros.
Así pues, se vuelve a vivir el arrepentimiento de los “levantados”: los del “reventón”, del “tablazo” y de las “cacerolas”. La frustración de no haber logrado el cambio que todos aspirábamos, es evidente.
Se han sofocado el ímpetu y los anhelos manifestados por los “forajidos” de impulsar la salida o la renuncia de todos los que produjeron el desgobierno en estos dos años.
Los acontecimientos suscitados en CIESPAL, nos hizo creer que sería posible la remoción de los diputados corruptos, de aquellos que a través de los distintos medios de comunicación social, pasearon su verborrea y su ineficacia, sin ruborizarse. “Ahí están, esos son, los que roban a la nación”, este era el grito en la cara de los diputados que ahora se rasgan las vestiduras y se sienten víctimas de los “infiltrados”. Fue el pueblo el que los sacudió.
La lección está aprendida. Quito, su gente y sus calles vigilarán que no vuelva a enseñorearse el autoritarismo, la inmoralidad, la improvisación y la compra de conciencias.

(LER